Desde que he vuelto de Bolivia –después de residir por casi un año-, he leído todo lo que he podido sobre ese país. En la mayoría de esas líneas leídas y releídas, me he tropezado con una Bolivia tratada con poco rigor informativo, con mucha inexactitud, con excesiva inconsciencia, con demasiados estigmas y estereotipos, y con mucha brocha gorda. Insisto, quiero pensar que no es malintencionado y solo se trata de desconocimiento, aunque me cuesta mucho creerlo.
El pasado 4 de Mayo era el momento del referendo del estatuto autonómico en Santa Cruz. Todos los medios de comunicación andaban sedientos de aquello que se avecinaba en ese país andino. El País salió en portada –el viernes 2 de Mayo- con un titular curioso: Santa Cruz amenaza el proyecto indigenista de Evo Morales (subtitulado Crisis en la región andina), y luego se vinieron los detalles en páginas 2 y 3. Por cierto, en la página 3, entrevista en exclusiva a Thomas Shannon (secretario de Estado adjunto de EEUU) para abordar dicho tema –debiera ser que no hay otro experto. Al día siguiente, el sábado 3 de Mayo, El País se vino con una entrevista al presidente del comité cívico de dicha región, Branko Marinkovic, pieza clave en este estatuto y uno de los empresarios más ricos del país. Al día siguiente, el mismo domingo y en plena votación, El País salía con más: “Los seguidores de Morales dan la espalda a las urnas en Santa Cruz” y “Seguidores de Morales intentan boicotear la consulta de Santa Cruz”. Ya este lunes, con votación finalizada, este diario seguía erre que erre: “Morales sufre un varapalo en Santa Cruz”, y “Bolivia se parte en dos modelos irreconciliables”. El martes a El País aún le quedaba más tinta en la escopeta: “Morales abre la puerta en Bolivia a las autonomías” y editorial “Bolivia confederal”. En estos 5 días de hipocresía informativa llenar páginas no habrá sido tarea sencilla porque he encontrado un sinfín de graves errores.
Bolivia todavía no tiene nueva Constitución –aunque en su momento el corresponsal de El País Jorge Marirrodriga ya hablaba que Evo aprobaba su constitución. Sigue vigente la última reforma aprobada por Carlos Mesa, el predecesor al actual presidente. Esa Constitución –la actual y no la propuesta- es la que no permite a ninguna institución departamental (regional) llevar a cabo algún referendo. Grave error informativo: la propuesta constitucional emanada de la Asamblea Constituyente todavía debe dirimir un artículo sobre tierras y ratificarse mediante referendo ratificatorio de todo el texto, y por tanto, no regula actualmente absolutamente nada de ese proceso autonómico.
El estatuto propuesto por Santa Cruz no es democrático de raíz a pesar del teatro electoral. No sólo por no haber respetado los cauces legales que le obligan a pasar por el congreso nacional, sino porque especialmente el texto procede de un grupo minoritario autoproclamado pueblo cruceño. Los departamentos en Bolivia no tienen cámara propia, y un comité cívico no es más que un partido regional. Además de no respetar ni lo uno ni lo otro, este proceso no ha sido organizado por el órgano constitucionalmente competente (Corte Nacional Electoral), ni observado por ningún organismo internacional: ni OEA (Organización de Estados Americanos), ni el omnipresente Centro Carter, ni Unión Europea.
Se ha escrito que si proyecto indigenista, que si socialismo marxista, y sólo basta con mirar el artículo primero de esa propuesta constitucional que dice: “Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías. Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país.” Por aportar algo más, e invitando a que se lean la letra pequeña de dicha propuesta, las siglas del partido que gobierna, MAS (Movimiento al socialismo) son prestadas para poder presentarse a unas elecciones. Aún hay más: ni la palabra socialismo ni la de marxismo aparecen en sus 105 páginas.
Desde Santa Cruz –y así es vomitado por los medios de comunicación españoles- se habla de las semejanzas con el proceso autonómico español. Incluso Rubén Costas (prefecto de dicha región) hizo referencia a los Pactos de la Moncloa. Nada más lejos de la realidad. Solo bastaría con mirar la reacción de los grandes partidos ante el referendo consultivo del Pais Vasco o el llamado Plan Ibarretxe. ¿Por qué nadie (ni Moratinos ni Leire Pajín ni Zapatero) ha dicho nada a este respecto? ¿Será que es mejor que el gas esté en manos de los cruceños?
Otra curiosidad -por lo poco que ha salido en escena después de haberse escrito tanto- es el parecido -por no decir plagio- del prologo del texto cruceño con el catalán. El cruceño comienza diciendo “En el proceso de recuperación de las libertades democráticas, el pueblo cruceño recobra sus instituciones de autogobierno, Santa Cruz (…)”, y el catalán expresa que: En el proceso de recuperación de las libertades democráticas, el pueblo de Cataluña recobra sus instituciones de autogobierno. Cataluña (…)”. Eso es solo por poner un ejemplo, porque habría mucho más, y además, esta conexión (familiar) boliviana-catalana no es en absoluto casual.
Sin embargo, los medios de comunicación se han hecho eco de cifras electorales; tal porcentaje al SI, tal otro al NO, tanta abstención o tanto voto en blanco –aún asumiendo que el mismo Evo Morales fue el primer equivocado en valorar algo invalorable. Pocos, por no decir ningún medio, han tratado de analizar el origen de este proceso autonómico ni los verdaderos porqués de lo que verdaderamente está sucediendo en ese maravilloso país llamado todavía Bolivia.
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