El 6 de agosto de 1945 EEUU suelta una bomba con el equivalente a 20 mil toneladas de TNT (compuesto químico con el doble de poder explosivo que la dinamita) sobre Hiroshima destruyendo instantáneamente la ciudad incluyendo a 150 mil de sus habitantes. El resto perecería en el transcurso del mismo año o se convertiría en pacientes oncológicos por el resto del poco tiempo que les quedara. Tres días después EEUU le hace el mismo daño a Nagasaki incrementando las muertes en 100 mil personas más. Más del 95 por ciento de esos muertos eran civiles (mujeres, niños, ancianos e inclusive ciudadanos extranjeros).
Sin embargo, 65 años han tenido que pasar para que las Naciones Unidas decida mandar a su
máxima autoridad para mostrar solidaridad con los sobrevivientes de esas dos ciudades. Coincidentemente lo hace al mismo tiempo que los representates de
USA y El Reino Unido. Todos allanando la llegada del jefe supremo, Obama, al Japón. El mismo
Obama que define las guerras como buenas (cuando EEUU las provoca) y malas (cuando las provoca cualquier otro). Eso le sirve bien
para obtener más dinero para sus campaña bélica, aún 'a pesar de que dicha campaña tiene fuerte oposición' y a pesar de las innumerables
evidencias en contra de esa 'buena guerra'. El futuro quizás decida el desenlace de esa novela y hasta la presencia de más condecoraciones o premios a la paz, como el reciente Nobel que su cínica moral no le impididó rechazar.
Pero, no es culpa de Obama, es una política de estado en EEUU, clara, evidente y que es inclusive publicada en los medios. Claro, al final son estos los que definen la bondad o maldad de las guerras. Son los que definen a los buenos y a los malos y son los que definen lo que se debe o no hacer. Y como TIME ya lo ha mostrado, la campaña en Afganistán debe continuar, para salvar de la opresión a mujeres como la que aparece en una de sus portadas recientes y de la cual hacen eco barato y maniobrero muchos medios incluídos algunos de nuestros irresponsables pasquines domésticos.
Capacidad crítica nula. Esa es la cuestión.
Y para que no nos olvidemos de lo ocurrido el 6 y el 9 de agosto de 1945, una película animada que merece ser vista:
La Tumba de las Luciérnagas, que no aparece en ninguna de esas listas de las
mejores películas animadas de todos los tiempos, esas ya sabemos le pertenecen a Disney; además, es una incómoda película antibelicista, quizás la mejor película antibelicista que se haya podido producir, imposible de ignorarla, imposible de olvidarla.
La violencia no conduce a nada.
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