Friday, 21 December 2007

Violencia pacífica

Uno queda muy bien cuando habla de pacificar el país en momentos de enfrentamientos, de apostar a la paz y no a la guerra, de contagiarse del espíritu navideño en este fin de año tan vertiginoso. Sin embargo, las contradicciones entre el decir y el hacer pueden ser tan evidentes que caen en el borde de lo risible. Veamos apenas algunos ejemplos.
La huelga iniciada en Santa Cruz por representantes de distintos sectores reclamando las modificaciones al Impuesto Directo a los Hidrocarburos y denunciando la forma cómo se aprobó el texto constitucional fue pacífica hasta que dejó de serlo. Se empañó una medida de presión ejercida sobre el propio cuerpo cuando se decidió aplicar una paliza sobre el cuerpo del otro. El otro, en esta ocasión, fue un acusado de ser colla y acusado de querer tomar fotos a los huelguistas que se encontraban en el lugar.
Tarija fue también plataforma de actos pacíficos de violencia. Un grupo de pacíficos jóvenes del departamento decidieron ocupar las instalaciones de Impuestos Nacionales. Llegó la Policía y cuando intentó detener esta acción, se produjeron enfrentamientos que son en parte televisados y fotografiados. Unos testigos dicen que los agresores fueron los jóvenes mientras que otros señalan la dureza de las fuerzas policiales. Lo paradójico no es esto último sino las declaraciones vertidas por uno de los universitarios que dijo, sin desparpajo, que ellos estaban tomando “pacíficamente” las instalaciones. Es decir que ya podemos, pacíficamente, tomar una institución y luego denunciar la intervención de la Policía.
Siguen los ejemplos en distintos puntos del país. En Sucre, cuando en nombre de la democracia, de los derechos históricos de ser la capital plena de Bolivia, se desaloja a patada limpia a cuanto campesino se presenta en el territorio del conflicto político. O cuando, pacíficamente, se niega dar alojamiento a constituyentes de pollera, o cuando, pacíficamente, el taxista se niega a llevar a la ciudadana con un pacífico “chola de mierda”.
En La Paz la pacífica violencia entró también a las iglesias. En San Francisco, el día del un concierto musical por la paz, cuando funcionarios del Defensor del Pueblo (organizador del concierto) acomodaban una silla para Waldo Albarracín, que abriría el acto con un discurso (de paz), una de las doñas de la primera fila se opuso al acomodo de la silla subrayando: “menos aún si es para el Defensor, que no hace nada por este país”. Y después de la violencia pacífica de esta católica, comenzaron la notas de “Noche de paz”. Sí, claro, y “noche de amor” también. Cómo no.

Claudia Benavente
(Tomado de La Época)

1 comment:

ilustrama said...

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