La información se ha convertido en un arma de guerra en América Latina, sometida a una invasión silenciosa en los frentes político, económico, militar, informativo y cultural.Ciertos medios registraron imágenes de la matanza de campesinos y estudiantes normalistas que marchaban a la ciudad de Cobija; sin embargo, no las difundieron ni tampoco las entregaron a las comisiones de Unasur y del Ministerio Público que investigan el hecho, dijo Chávez a la red Erbol.En un artículo titulado "Contrainsurgencia Informativa en la Guerra de Baja Intensidad", la periodista Stella Calloni afirma que la apropiación de los medios masivos de comunicación por el poder hegemónico mundial transformó la relación de estos con la sociedad.
El arma de la desinformación forma parte de la guerra psicológica, como un elemento imprescindible para los nuevos diseños de contrainsurgencia trazados en las últimas décadas.
Plantea Calloni que el objetivo es horadar proyectos políticos que resisten a los planteos hegemónicos y las operaciones de guerra sucia son utilizadas para avanzar en los nuevos planes geoestratégicos de recolonización de América Latina.
Según Samir Amin, estamos viendo cómo "la efectividad, la credibilidad y la legitimidad de la democracia han sido horadadas, y es especialmente difícil hacer predicciones en un período como este cuando todos los mecanismos políticos e ideológicos que gobiernan la conducta de los diversos actores han desaparecido".
Los partidos políticos, sindicatos, organizaciones estudiantiles, diversas instituciones y todo aquello que los medios llamaban clase política eran la estructura básica del sistema en que se expresaban los movimientos políticos, las luchas de clases y las corrientes ideológicas. Pero ahora en todos los lugares del mundo estas instituciones han perdido en un grado u otro gran parte de su legitimidad.
En su lugar han surgido movimientos centrados en demandas sectoriales que afirman su identidad como comunidades étnicas o religiosas.
Una excepción son los gobiernos que han logrado recuperar la confianza popular y cambiar este escenario en los últimos tiempos, provocando la ira del imperio.
En la guerra contrainsurgente, resulta fácil penetrar mediáticamente a todos los sectores desarmados ideológicamente y especialmente a las clases medias tanto altas como bajas en diversos países.
La torre de babel no sólo confunde a los pueblos desinformados y manipulados hasta la saciedad por el sistema, sino lamentablemente a lo que caracterizábamos en algunos casos como sectores "progresistas" o de izquierda, con una cantidad de matices cada vez más desdibujados.
Los medios cumplieron su labor terrorista como lo habían hecho durante las dictaduras. Samir Amin llamó la atención sobre las agendas del "culturalismo". El objetivo de esta estrategia es producir la más grande fragmentación posible de fuerzas potencialmente hostiles al sistema, apadrinando la atomización de las formas estatales de organización de la sociedad".
Los nuevos golpes "suaves" que promueven los medios de información masiva y la intoxicación informática llevó a los pueblos a actuar contra sí mismos, como ocurrió en Argentina entre marzo y junio de este año en el mal llamado "conflicto del campo", que puso en evidencia la capacidad del sistema mediático contrainsurgente de actuar sobre una sociedad fragmentada y pasible de ser intoxicada o paralizada por una contundente acción mediática.
La des-información es el arma más activa en los nuevos ensayos de "golpes suaves" como se ha visto en Bolivia. A través del terrorismo mediático intentan erosionar las bases de gobiernos e instituciones, partidos o personalidades políticas "no confiables" o "enemigas" del poder hegemónico. Y también activar los mecanismos golpistas de todo tipo.
Se miente masiva y globalmente con una impunidad mafiosa y sin la posibilidad de una respuesta del mismo nivel, lo que deja a América Latina en manos de un poderoso enemigo, que además ataca deliberadamente al alma de los pueblos: su cultura y su identidad.
Los medios masivos de comunicación sustraídos a su función prioritaria de informar con veracidad y educar mediante programas específicos, resultan así sembradores de colonialismos tardíos y avanzadas coloniales sobre nuestros países.
Las palabras son claves en diseños de guerras reales y cibernéticas, con comandos especializados, con criminales atípicos, que no llevan armas sino discursos mediáticos, tan destructivos como un misil. Los generales mediáticos y sus soldados, bien pagados y alimentados por la corrupción, son la avanzada primera de las tropas de ocupación.
Los medios privados y la incitación al genocidio
Recientemente el Centro Internacional de Investigación y Desarrollo de Canadá publicó el informe "Los medios y el genocidio de Ruanda" editado por Allan Thompson (2007) donde se cita una declaración de Kofi Annan, ex secretario general de la ONU. Hablando en la Escuela de Periodismo y Comunicación de la Universidad de Carleton en Ottawa, denunció Annan que "los medios de comunicación fueron usados en Ruanda ara diseminar odio, para deshumanizar a la gente, y más aún para guiar a los genocidas hacia sus víctimas. Tres periodistas y propietarios de medios han sido encontrados culpables de Genocidio por el Tribunal Criminal Internacional para Ruanda, y también de incitación al genocidio, conspiración y de cometer crímenes contra la humanidad. Debemos encontrar una vía para responder a tales abusos de poder..."
Esta declaración fue silenciada a nivel mundial.
De la misma manera que en el caso de Ruanda se silenció el castigo reciente de la justicia chilena a los medios de comunicación y periodistas que participaron en la Operación Colombo planeada por la dictadura de Augusto Pinochet con la ayuda de la CIA, los escuadrones de la muerte de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) y sectores de inteligencia y seguridad del gobierno argentino de entonces (1975).
La prensa fue clave para este engendro contrainsurgente de "guerra sucia", cuando Pinochet elaboró un plan para engañar a Naciones Unidas que le reclamaba por una lista de 119 personas desaparecidas.
Ahora la posibilidad de hacer lo mismo que se hizo en aquellas operaciones contrainsurgentes se puede escenificar a nivel mundial ya que una sola potencia y sus comerciantes de la información controlan la mayoría de los medios.
En nuestros países los medios masivos y monopólicos son simplemente reproductores conscientes de un proyecto de desinformación que puede llevar muerte y destrucción y viola derechos soberanos y universales.
Ya en los años 90, en los nuevos trazados de la GBI los enemigos eran el narcotráfico, el terrorismo, el narcoterrorismo, las insurgencias ligados a estos, previendo conflictos sociales de envergadura, resurgimientos indígenas, campesinos, como una respuesta al plan neoliberal sin anestesia que se impondría.
Uno de los planes estratégicos prioritarios fue el apoderamiento de todos los medios masivos de comunicación concentrados bajo un poder central. La TV en sus manos, el control de las nuevas tecnologías, significaba asegurar el primer golpe de la guerra que ya se trazaba como lo que es ahora.
Como lo han señalado varios analistas, entre ellos Thierry Meyssan bien sirvió el concepto de "información continua" por la forma en que difunde imágenes en forma inmediata y esto hace que los televidentes crean que están absolutamente informados, cuando sólo se le muestran hechos registrados al momento, manipulados y sin contenido alguno.
Como dice Meyssan "el periodismo no es una técnica de descripción, sino un arte de la comprensión. Lejos de garantizar la verdad, la inmediatez la hace vulnerable a las apariencias y a los prejuicios".
Que hay fugas, las hay, pero son infinitamente menores a lo que logrará el equipo mundial de desinformación en su tarea de ocultar y deformar la realidad.
Volver a las fuentes
Estudiar lo actuado, por ejemplo en Guatemala cuando Estados Unidos invadió ese país en 1954, o en Cuba en 1961, en su intento de invasión a la isla que fue derrotado por el gobierno revolucionario y el pueblo heroico, o en Santo Domingo en 1965 para impedir la asunción de líder Juan Bosch o más cercanamente el golpe contra el presidente Salvador Allende en 1973 en Chile, para entender que nada ha cambiado en la matriz terrorista del imperio.
El calco de lo actuado contra Allende y la Unidad popular en Chile nos lleva inevitablemente, al entramado que precedió al golpe contra el presidente Hugo Chávez en Venezuela en abril del 2002. En este caso hay que recordar la histórica derrota de esa asonada a manos del pueblo venezolano y sectores patrióticos del ejército, que reinstaló al mandatario menos de 48 horas después, lo que nunca había sucedido en el mundo.
Esto y las sucesivas votaciones del pueblo venezolano significaron también la derrota de la campaña de terrorismo mediático, a los que la NED, USAID y otras fundaciones estadounidenses destinaron millones de dólares. En Venezuela- como otro hito histórico se rescató de los rescoldos de la buena memoria el pensamiento contra-hegemónico básico en estos tiempos como es el bolivarismo, con que ya Simón Bolívar desafió al imperio en el siglo XIX.
Y también podemos comparar visiblemente lo actuado por la CIA en Chile y lo que ha sucedido en los últimos tiempos contra el presidente Evo Morales, que como Allende fue perseguido desde mucho antes de llegar al poder, como lo admiten documentos descubiertos en Estados Unidos.
Lo que no se dice tampoco, es la calidad de la resistencia latinoamericana en nuestros tiempos, la conformación de un nuevo mapa, que con las diferencias visibles entre algunos países, ha protagonizado los más serios desafíos a Estados Unidos, propinando derrotas diplomáticas y otras que son ya parte de la historia de las resistencias.
A nivel popular no hay un continente que registre tal cantidad y calidad de movilizaciones populares en el mundo, como sucede en América Latina.
Ha llegado la hora de recuperar la palabra, de instalar la verdad sobre las mentiras que hacen cómplices a los pueblos de crímenes atroces, por ignorancia o confusión. Este es el siglo de América Latina, es la hora de los pueblos. No perdamos uno de los momentos claves en la historia de lucha por recuperar nuestras independencias definitivas y con esto también nuestros medios de comunicación, nuestras formas auténticas de expresión y las culturas adormecidas.
Estamos constantemente hablando de temas como las consecuencias de la enorme concentración del poder en los medios de comunicación. Tenemos cifras, datos incuestionables, denuncias que vienen desde hace tiempo en distintos congresos, pero en este punto hoy es escasa la reflexión sobre qué hacer frente a esta ofensiva mediática. La periodista Stella Calloni convoca a revisarlo todo. Existe un momento histórico único, pero podemos perderlo a pesar de que está en nuestras manos hacer algo distinto.
Stella Calloni