Tuesday, 16 September 2008

A las cosas por su nombre... excepto en Santa Cruz

Santa Cruz ha sido secuestrada en varias de sus libertades por organizaciones 'cívicas' y 'democráticas' para favorecer a un puñado de ricachones utilizando al grueso de su población para lograr esos fines personalizados. Una de las libertades más agredidas en Santa Cruz es esa que apellida de expresión. La prensa amarillista cruceña no sólo manipula la información en su favor sino que también le miente a su propia gente, interpreta hechos para acomodarlos a sus intereses, defiende intereses particulares -antes que los nacionales- y les da voz sólo a aquellos que considera 'dignos' de ser llamados 'cruceños' para los que no conoce límite de lisonjas cuando se comportan con 'civismo', o en otras palabras, cuando ejercitan con valentía su derecho a la práctica del deporte colonial de patear el culo de un indio en público.

El confeso Prefecto cruceño que organizó junto a otros individuos más los disturbios de la pasada semana no se mosquea en acusar al presidente de todos sus crímenes, pero, y esta es la tiranía mediática cruceña, El Deber se presta a echarle flores por esos actos no sólo nombrándolo 'representante de Santa Cruz' mientras llama a una autoridad superior del país 'representante del gobierno', a secas. ¿Acaso el presidente o el vicepresidente no son representantes de Bolivia usando la misma lógica? ¿Por que Costas sí puede ser portavoz de todo un departamento y las máximas autoridades no pueden serlo de todo un país? Y eso que no utilizo los resultados del referendo pasado para no humillar más a esas autoridades.

En Santa Cruz existe una prensa amarillista, sensacionalista, terrorista, que ha secuestrado la voz del pueblo y se ha arrobado para sí la representatividad de su gente siguiendo el paradigma de su delincuencial máxima autoridad, el Prefecto Costas, 'el pacifista', al que secundan otros connotados delincuentes de cuello blanco que tienen amplia cobertura en pasquines de declarada linea editorial belicosa como El Deber, La Estrella del Oriente, El Nuevo Día o El Mundo ¿Hay alguna esperanza para Santa Cruz?

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